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noticia es que en Chicago acaba de morirse Bee, la hija menor de Lan y de Johnny,
y que naturalmente Johnny está como loco y sería bueno que yo fuera a darles una
mano a los amigos.
OO He vuelto a subir una escalera de hotel -y van ya tantas en mi amistad con
Johnny- para encontrarme con Tica tomando té, con Dédée mojando una toalla,
con Art, Delaunay y Pepe Ramírez que hablan en voz baja de las últimas noticias
de Lester Young, y con Johnny muy quieto en la cama una toalla en la frente y un
aire perfectamente tranquilo y casi desdeñoso. Inmediatamente me he puesto en el
bolsillo la cara de circunstancias limitándome a apretarle fuerte la mano a Johnny,
encender un cigarrillo y esperar.
OO -Bruno, me duele aquí -ha dicho Johnny al cabo de un rato, tocándose el sitio
convencional del corazón-. Bruno, ella era como una piedrita blanca en mi mano.
Y yo no soy nada más que un pobre caballo amarillo, y nadie, nadie, limpiará las
lágrimas de mis ojos.
OO Todo esto dicho solemnemente, casi recitando, y Tica mirando a Art, y los dos
haciéndose señas de indulgencia, aprovechando que Johnny tiene la cara tapada
con la toalla mojada y no puede verlos. Personalmente me repugnan las frases
baratas, pero todo esto que ha dicho Johnny, aparte de que me parece haberlo leído
EL PERSEGUIDOR 25
LecturasPDF_______________________________________________________________________________________________
en algún sitio, me ha sonado como una máscara que se pusiera a hablar, así de
hueco, así de inútil. Dédée ha venido con otra toalla y le ha cambiado el apósito, y
en el intervalo he podido vislumbrar el rostro de Johnny y lo he visto de un gris
ceniciento, con la boca torcida y los ojos apretados hasta arrugarse. Y como
siempre con Johnny, las cosas han ocurrido de otra manera que la que uno
esperaba, y Pepe Ramírez que no lo conoce gran cosa está todavía bajo los efectos
de la sorpresa y yo creo que del escándalo, porque al cabo de un rato Johnny se ha
sentado en la cama y se ha puesto a insultar lentamente, mascando cada palabra, y
soltándola después como un trompo se ha puesto a insultar a los responsables de la
grabación de Amorous, sin mirar a nadie pero clavándonos a todos como bichos en
un cartón nada más que con la increíble obscenidad de sus palabras, y así ha estado
dos minutos insultando a todos los de Amorous, empezando por Art y Delaunay,
pasando por mí (aunque yo...) y acabando en Dédée, en Cristo omnipotente y en la
puta que los parió a todos sin la menor excepción. Y eso ha sido en el fondo, eso y
lo de la piedrita blanca, la oración fúnebre de Bee, muerta en Chicago de
neumonía.
OO Pasarán quince días vacíos; montones de trabajo, artículos periodísticos, visitas
aquí y allá -un buen resumen de la vida de un crítico, ese hombre que sólo puede
vivir de prestado, de las novedades y las decisiones ajenas. Hablando de lo cual una
noche estaremos Tica, Baby Lennox y yo en el Café de Flore, tarareando muy
contentos Out of nowhere y comentando un solo de piano de Billy Taylor que a los
tres nos parece bueno, y sobre todo a Baby Lennox que además se ha vestido a la
moda de Saint Germain-desPrés y hay que ver cómo le queda. Baby verá aparecer
a Johnny con el arrobamiento de sus veinte años, y Johnny la mirará sin verla y
seguirá de largo, hasta sentarse solo en otra mesa, completamente borracho o
dormido. Sentiré la mano de Tica en la rodilla.
OO -Lo ves, ha vuelto a fumar anoche. O esta tarde. Esa mujer...
OO Le he contestado sin ganas que Dédée es tan culpable como cualquier otra,
empezando por ella que ha fumado docenas de veces con Johnny y volverá a
hacerlo el día que le dé la santa gana. Me vendrá un gran deseo de irme y de estar
solo, como siempre que es imposible acercarse a Johnny, estar con él y de su lado.
Lo veré hacer dibujos en la mesa con el dedo, quedarse mirando al camarero que le
pregunta qué va a beber, y por fin Johnny dibujará en el aire una especie de flecha
y la sostendrá con las dos manos como si pesara una barbaridad, y en las otras
mesas la gente empezará a divertirse con mucha discreción como corresponde en el
Flore. Entonces Tica dirá: "Mierda", se pasará a la mesa de Johnny, y después de
dar una orden al camarero se pondrá a hablarle en la oreja a Johnny. Ni que decir
que Baby se apresurará a confiarme sus más caras esperanzas, pero yo le diré
vagamente que esa noche hay que dejar tranquilo a Johnny y que las niñas buenas
se van temprano a la cama, si es posible en compañía de un crítico de jazz. Baby
reirá amablemente, su mano me acariciará el pelo, y después nos quedaremos
tranquilos viendo pasar a la muchacha que se cubre la cara con una capa de
albayalde y se pinta de verde los ojos y hasta la boca. Baby dirá que no le parece
tan mal, y yo le pediré que me cante bajito uno de esos blues que le están dando
fama en Londres y en Estocolmo. Y después volveremos a Out of nowhere, que
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noticia es que en Chicago acaba de morirse Bee, la hija menor de Lan y de Johnny,
y que naturalmente Johnny está como loco y sería bueno que yo fuera a darles una
mano a los amigos.
OO He vuelto a subir una escalera de hotel -y van ya tantas en mi amistad con
Johnny- para encontrarme con Tica tomando té, con Dédée mojando una toalla,
con Art, Delaunay y Pepe Ramírez que hablan en voz baja de las últimas noticias
de Lester Young, y con Johnny muy quieto en la cama una toalla en la frente y un
aire perfectamente tranquilo y casi desdeñoso. Inmediatamente me he puesto en el
bolsillo la cara de circunstancias limitándome a apretarle fuerte la mano a Johnny,
encender un cigarrillo y esperar.
OO -Bruno, me duele aquí -ha dicho Johnny al cabo de un rato, tocándose el sitio
convencional del corazón-. Bruno, ella era como una piedrita blanca en mi mano.
Y yo no soy nada más que un pobre caballo amarillo, y nadie, nadie, limpiará las
lágrimas de mis ojos.
OO Todo esto dicho solemnemente, casi recitando, y Tica mirando a Art, y los dos
haciéndose señas de indulgencia, aprovechando que Johnny tiene la cara tapada
con la toalla mojada y no puede verlos. Personalmente me repugnan las frases
baratas, pero todo esto que ha dicho Johnny, aparte de que me parece haberlo leído
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en algún sitio, me ha sonado como una máscara que se pusiera a hablar, así de
hueco, así de inútil. Dédée ha venido con otra toalla y le ha cambiado el apósito, y
en el intervalo he podido vislumbrar el rostro de Johnny y lo he visto de un gris
ceniciento, con la boca torcida y los ojos apretados hasta arrugarse. Y como
siempre con Johnny, las cosas han ocurrido de otra manera que la que uno
esperaba, y Pepe Ramírez que no lo conoce gran cosa está todavía bajo los efectos
de la sorpresa y yo creo que del escándalo, porque al cabo de un rato Johnny se ha
sentado en la cama y se ha puesto a insultar lentamente, mascando cada palabra, y
soltándola después como un trompo se ha puesto a insultar a los responsables de la
grabación de Amorous, sin mirar a nadie pero clavándonos a todos como bichos en
un cartón nada más que con la increíble obscenidad de sus palabras, y así ha estado
dos minutos insultando a todos los de Amorous, empezando por Art y Delaunay,
pasando por mí (aunque yo...) y acabando en Dédée, en Cristo omnipotente y en la
puta que los parió a todos sin la menor excepción. Y eso ha sido en el fondo, eso y
lo de la piedrita blanca, la oración fúnebre de Bee, muerta en Chicago de
neumonía.
OO Pasarán quince días vacíos; montones de trabajo, artículos periodísticos, visitas
aquí y allá -un buen resumen de la vida de un crítico, ese hombre que sólo puede
vivir de prestado, de las novedades y las decisiones ajenas. Hablando de lo cual una
noche estaremos Tica, Baby Lennox y yo en el Café de Flore, tarareando muy
contentos Out of nowhere y comentando un solo de piano de Billy Taylor que a los
tres nos parece bueno, y sobre todo a Baby Lennox que además se ha vestido a la
moda de Saint Germain-desPrés y hay que ver cómo le queda. Baby verá aparecer
a Johnny con el arrobamiento de sus veinte años, y Johnny la mirará sin verla y
seguirá de largo, hasta sentarse solo en otra mesa, completamente borracho o
dormido. Sentiré la mano de Tica en la rodilla.
OO -Lo ves, ha vuelto a fumar anoche. O esta tarde. Esa mujer...
OO Le he contestado sin ganas que Dédée es tan culpable como cualquier otra,
empezando por ella que ha fumado docenas de veces con Johnny y volverá a
hacerlo el día que le dé la santa gana. Me vendrá un gran deseo de irme y de estar
solo, como siempre que es imposible acercarse a Johnny, estar con él y de su lado.
Lo veré hacer dibujos en la mesa con el dedo, quedarse mirando al camarero que le
pregunta qué va a beber, y por fin Johnny dibujará en el aire una especie de flecha
y la sostendrá con las dos manos como si pesara una barbaridad, y en las otras
mesas la gente empezará a divertirse con mucha discreción como corresponde en el
Flore. Entonces Tica dirá: "Mierda", se pasará a la mesa de Johnny, y después de
dar una orden al camarero se pondrá a hablarle en la oreja a Johnny. Ni que decir
que Baby se apresurará a confiarme sus más caras esperanzas, pero yo le diré
vagamente que esa noche hay que dejar tranquilo a Johnny y que las niñas buenas
se van temprano a la cama, si es posible en compañía de un crítico de jazz. Baby
reirá amablemente, su mano me acariciará el pelo, y después nos quedaremos
tranquilos viendo pasar a la muchacha que se cubre la cara con una capa de
albayalde y se pinta de verde los ojos y hasta la boca. Baby dirá que no le parece
tan mal, y yo le pediré que me cante bajito uno de esos blues que le están dando
fama en Londres y en Estocolmo. Y después volveremos a Out of nowhere, que
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